Ni que decir tiene que para mí una de las mejores claves de la noche de la entrega de los Goya-2014, fue el enorme sabor andaluz que lo impregnaba todo. “La Isla Mínima”, su equipo, Dani Rovira, Antonio Banderas, temas argumentales… Indudablemente el cine español y, en particular el andaluz, sigue vivo y va funcionando a nivel de industria. Lo único que me preocupa son los temas argumentales, su desarrollo y las sobredimensionadas acumulaciones de premios sobre una misma película. Y también me preocupa que, por una u otra causa, los premios españoles, empiecen a dejarse influir por los Oscar de Hollywood. Me explico. Muchos premios para la película que reúna las características suficientes como para ser consumida por ese gran público que aglutina distintas edades y distintas culturas. Esa es una fórmula de éxito seguro. Era imposible evitar en la noche de “La Isla…”, aquella otra que se llamó “Solas” de Benito Zambrano. Una historia introspectiva, intimista, de poco grito, de muchos susurros, de amores tardíos, de apoyos mutuos entre personas… Un cine húmedo y atractivo…
Una película que considero dentro del registro de drama psicológico-social, con claras huellas del neorrealismo italiano. Un trabajo muy digno, admirablemente basado en las diferencias entre los personajes y la valoración de sus diálogos, así como en una espléndida interpretación de los dos protagonistas, Carlos Alvarez-Novoa y María Galiana. También alcanzó un notable éxito crítico-comercial.
Ahora me preocupa la invasión del cine de aventuras, del “triller”, de las persecuciones en interminables “travelling”, de los policías, buenos o malos… Ese es un género tocado hasta la saciedad. Cualquier estudioso del cine ha visto montañas de películas del género y ha podido archivar en la memoria momentos, escenas, secuencias, planos, efectos, como para, tras una buena dosificación, ofrecerlos como un buen muestrario. Esto no va en detrimento de la calidad de realización del film que nos ocupa. Historia que se sitúa en nuestra tierra, como telón de fondo, para un argumento que tiene sus arranques en un momento confuso de la Historia de España. Pinceladas que tratan de justificar los comportamientos de los protagonistas sin llegar a un definitivo convencimiento.
Me dan miedo los premios. Muchas veces ayudan a conseguir ingresos de taquilla, pero pueden desilusionar al espectador que acude en busca de algo novedoso o, por lo menos, distinto. El cine es arte, pero también industria, ya lo sabemos. Pero el arte es una cosa y la industria otra. Aunque tengan que viajar emparejadas, siempre que se hable de ambas tendrán que recibir tratamientos distintos.
“La Isla…” es una imponente película de aventuras, intriga, investigación policial, realizada con buen pulso rítmico, buena foto, buena música y buena interpretación. Y, a pesar de unos planos de televisión, unas fotos fijas en blanco y negro y unas alusiones a algo que pasó en los años 70, no se consigue que un sector de espectadores acabe por hacer del todo suya la historia.
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