Se celebró en Santa Clara el homenaje de
la Casa de los Poetas a Rafael de Cózar.
Cuatro viejos amigos de Rafael de Cózar
abrieron en el Espacio Santa Clara las jornadas organizadas en su memoria por
la Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla con la colaboración de la
Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y la Real Academia Sevillana
de Buenas Letras. En el primero de los dos días y bajo el epígrafe Apuntes para
un retrato, se celebraron dos mesas redondas. En la primera de ellas, moderada
por el director de la Casa de los Poetas, José Daniel M. Serrallé, y titulada La amistad letraherida, tres poetas, Antonio
Hernández, Jesús Fernández Palacios y Francisco Vélez Nieto, y al actor Juan
Diego, unido al homenajeado por el vínculo común con Bormujos, trazaron sendas
semblanzas personales del poeta, narrador, ensayista, artista y catedrático de
Literatura fallecido el pasado 12 de diciembre a los 63 años.
Al final de la mesa redonda, su viuda y
última mujer, Natalia Turrión, presente en el acto, tomó la palabra para
agradecer el cariño expresado tanto a ella como por supuesto a Fito, como era
conocido por sus amigos y en los bares que frecuentó como una de las bellas
artes. "Lo estoy pasando mal como podréis imaginar, porque esto ha sido un
drama, un verdadero drama", dijo Turrión antes de compartir con los
asistentes una carta escrita en enero de 1989 por Rafael Montesinos. La leyó
Juan Diego, con tanta emoción y temblor como los dos poemas que había leído
antes en su intervención: Insomnio,
de Cózar, y Alejandría, 641 A.D., de
Jorge Luis Borges, con el que evocó hermosamente las fatales circunstancias en
las que murió el escritor, mientras trataba de salvar su biblioteca del fuego que
se originó en su casa de Bormujos. En esa carta de Montesinos, éste elogiaba
uno de los poemarios de Cózar, Ojos de
uva, que le pareció al poeta sevillano "un libro auténtico, muy bello,
y tristísimo, algo así como Chopin al oído, en una habitación lejana".
Antes, Antonio Hernández había recordado
que Cózar "era mucho más que su corazón y su máscara", pues era
"también una cabeza prodigiosa" que comprendió que "la
insurrección mental es el más santo, o diabólico, de los deberes de un
escritor"; Vélez Nieto leyó algunos de los versos preferidos de una
persona a la que admiró durante 40 años, "más de media vida"; y
Fernández Palacios, impulsor junto a José Ramón Ripoll y al propio Cózar del
grupo poético Marejada en Cádiz, habló de las 66 cartas manuscritas que
conserva del último, las mismas que releyó como "una oración" cuando
le golpeó la mala noticia desde el Aljarafe. En ellas, escritas entre 1972 y 1986, un
joven Cózar que muchas veces se dirigía a él como "querida maricona"
le hablaba de la mili, de sus correrías en la universidad, sus primeros años en
Sevilla y sus viajes epifánicos a Londres, de sus aventuras eróticas y de
Holanda, Italia o Estados Unidos, que en estas cartas no eran exactamente los
países, sino los nombres con los que "el sinvergüenza se refería a sus
amantes" por sus lugares de origen.
Natalia Turrión era, claro, España.
"Y Fito acabó siendo el más patriota", bromeó el escritor y
periodista Alejandro Luque, uno de los participantes en De Cádiz a Sevilla:
placeres, días y lecturas, la segunda mesa redonda, dedicada a la faceta más
literaria de Cózar, en quien como recordó Luque podría haber pensado
perfectamente Fernando Villalón cuando dijo aquello de que "el mundo se
divide en dos partes, Sevilla y Cádiz". "Sin solemnidad, que no le
habría gustado", como dijo el también escritor y periodista de Diario de
Sevilla Francisco Correal, esta segunda parte se centró en la reivindicación de
la idea de que Cózar merece ser recordado también "por su obra", la
cual "se ha leído poco y mal", para el escritor y editor José Manuel
García Gil. Seguramente, apuntó Juan José Téllez, porque su "humanismo
ubérrimo" y su "gigantesca vitalidad" se impusieron, y la
persona eclipsó al autor. Todos ellos, junto a Julio Manuel de la Rosa,
realizaron un recorrido por su poesía (Ojos
de uva, Los huecos de la memoria,
Cronopoética...) y su narrativa (la
novela El corazón de los trapos o los
relatos de Bocetos de sueños).
"No fue nunca epígono de nada, sino locomotora de sí mismo -resumió
Téllez-: ¿Que fue, si quieren, cabeza de ratón? Puede ser... pero qué cabeza, y
qué ratón".
Rafael Valencia, Jesús Vigorra, Rosa
Díaz, Antonio Molina Flores y como moderadora Lale González-Cotta (Huellas,
recuerdos y versos), y José Ramón Ripoll, Pablo del Barco, Rafael Adolfo Téllez
y Víctor Jiménez (Poemas para Rafael de Cózar) participaron en la segunda y
última jornada del homenaje a este queridísimo "easy rider" -como lo
llamó también Téllez- para el que la mejor literatura fue siempre la vida.
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