Tras la clausura de la XVIII edición de la Bienal de Flamenco de Sevilla, es el momento del balance y el análisis de sus resultados.
En el ámbito de asistencia y recaudación, el evento del flamenco en Sevilla por antonomasia, ha resultado todo un éxito pues 60 de los 67 espectáculos programados, colgaron el cartel de “No hay billetes”, y la ocupación media de las representaciones llegó al 97,6%. La recaudación en taquilla batió todos los records alcanzando los 864.000 €; magnífica también ha sido la demanda de localidades desde el extranjero y la repercusión mediática nacional e internacional.
En el ámbito artístico ya existen más matices, pero para empezar como dice Alberto García Reyes en ABC, en esta edición de 2014 “se acaba antes enumerando los espectáculos en los que sus protagonistas han defraudado que aquellos en los que han cautivado al público y no al contrario”. Y aunque se han echado en falta algunos nombre imprescindibles, en general se ha contratado a los mejores.
Sin embargo en general han estado mejor los interpretes de guitarra y baile, frente a un estancamiento del cante. Así los críticos coinciden en el éxito absoluto de Farruquito con su espectáculo, que ha supuesto la consagración definitiva del bailaor.
Soberbia también se califica la primera parte del espectáculo …y Sevilla
Sobre el que Juan Verguillos en Diario de Sevilla comenta lo siguiente: “estuvo protagonizada por un trío de ensoleradas guitarras. La sonanta joven y madura, segura, experimentada en cientos de batallas de las que siempre extrae luz de neón, belleza crepuscular, lirismo cibernético, de Paco Jarana. El esmero y elegancia, no exentos de complicidad, de Manolo Franco. Y la entrega, la poesía viva, la verdad de a puño de Rafael Riqueni cuyo trémolo es un patrimonio urbano, como la espadaña de Santa Paula o la fachada de la Caridad”, interpretando sobre todo “Amarguras”.
En el cante, tras superar el fracaso del espectáculo inicial dedicado a Enrique Morente y el mal momento por el que atraviesa su hija Estrella Morente la Bienal ha dejado algunos momento para recordar en la intervención de Rocío Márquez, donde a su delicadeza habitual sumó una puesta en escena eléctrica que concluyó en un épico estallido de energía sonora. A ella hay que unir el paso del jerezano Jesús Méndez y el chiclanero Antonio Reyes, que llegaron a la Bienal como cantaores emergentes y han salido de Sevilla como primeras figuras.
En fin una esplendida Bienal que debería suponer un punto de inflexión para plantearse la consagración, para siempre, como gran evento cultural, sacándolo de la programación de los típicos festivales y dotándolo del mejor apoyo presupuestario e institucional.
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