El escritor Fernando
Sánchez Dragó pronunció, el Domingo de Ramos el tradicional Pregón Taurino de
Sevilla en el Teatro Lope de Vega con el que se abre la temporada taurina de
Sevilla.
(EFE).- El escritor Fernando Sánchez Dragó ha
rendido hoy un homenaje a la fiesta taurina y a la figura del matador, que,
“cuando vence al toro -ha dicho-, nos enseña a vivir”, pero también a morir, si
es el animal quien lo hace y el torero fallece “en la arena o en el hule”.
Un recorrido literario,
personal y vital ha servido a Sánchez Dragó para pregonar la fiesta de los
toros en el teatro Lope de Vega de Sevilla, un acto tradicional que organiza la
Real Maestranza de Caballería en colaboración con el Ayuntamiento hispalense
para dar el pistoletazo de salida oficial a la temporada taurina.
El escritor soriano, que
ha sido presentado por el periodista Ignacio Camacho, ha destacado que la
tauromaquia, como parte esencial de la historia, la cultura y la vida española,
impregna “nuestro modo de hablar, de escribir, de pensar y hasta de existir”,
ha asegurado.
Tras la interpretación
del pasodoble “Suspiros de España” a cargo de la Banda Sinfónica Municipal de
Sevilla, el pregonero subió al escenario y se persignó al llegar al atril del
Lope de Vega antes de “enfrentarse” al público que llenaba el teatro admitiendo
que es un “un hombre descreído” y que hace más de cincuenta años que no se
santiguaba.
“No hay, a mi juicio,
suficientes palabras en el diccionario ni en todas las páginas escritas por
todos los autores premiados con el Nobel para describir la belleza, la hondura,
la emoción y la pedagogía, ética y estética de ese sacramento que es la corrida
de toros”, ha subrayado el escritor, que citó a San Isidoro de Sevilla para
definir la etimología de la palabra “afición”.
La evocación de la España
negra de Jardiel Poncela, “los muertos siempre salen a hombros”, sirvió para
arrancar las primeras sonrisas, pero el pregonero terminó de “meterse al
público en el bolsillo” al recordar una conversación con Curro Romero en la que
el camero admitió que sólo había montado una vez en metro y en la ciudad de
Londres.
La anécdota sirvió para
evocar la figura del Faraón de Camas y la definición que sobre él hizo el crítico
taurino y escritor costumbrista Antonio Díaz Cañabate: “Viene pidiendo poetas”.
“No seré yo quien lo
corrija. Va por usted, maestro, si estás en la sala. Y si no, también. Quien te
hizo rompió el molde de la torería. Abril en Sevilla es menos abril desde que
tú te fuiste”, ha proseguido al aludir al torero retirado hace unos años.
La narración de un
accidentado pregón taurino en la plaza de Las Ventas -el único que había
pronunciado antes- también arrancó carcajadas, pero Sánchez Dragó ha retomado
un tono más serio, casi emocionado, para señalar: “Este pregón es un canto a la
amistad, a la fraternidad y la bondad. Tres virtudes propias del toreo, de
quienes lo practican y de quienes, como nosotros, gustan de él y con él que se
emocionan”.
Y es que, para Dragó, la
tauromaquia es, entre las Bellas Artes, “la de mayor rango, puesto que en su
órbita giran todas las demás: la pintura, la escultura, la literatura, la
música, el teatro, la danza e incluso la arquitectura”, a lo que ha añadido:
“Además de arte es también escuela de valentía. Algo que los españoles siempre
han apreciado”.
El escritor ha evocado un
país, el de su infancia, “donde los niños jugábamos al toro”, algo que no hacen
“los niños de ahora”, que “prefieren el fútbol, que será muchas cosas, pero
desde luego no es arte ni valor”.
Tras evocar los primeros
recuerdos taurinos de su niñez, unidos a la muerte de Manolete en 1947, ha
retomado la idea de la ética del torero, que sobrepasa a las demás artes,
“porque se juntan en él la representación de la realidad y la representación
del ideal”.
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