domingo, 2 de noviembre de 2014

Luis Gordillo. Medio siglo circulando a contramano.


Lo conocí personalmente quizás a finales de los 50, principios de los 60. Una humilde muestra colgada en lo que entonces era la sala de exposiciones de la Delegación de Información y Turismo, situada en esa pequeña y bellísima casa de Aníbal González de la Avenida de la Constitución, situada junto al arquillo y frente al edificio del Coliseo, que ahora alberga una oficina de información turística y una heladería…

Allí estaba don Luis, solo, sentado en un butacón. Llegamos un grupo de compañeros de entre “Preu” y novicios de Facultad. Miramos aquellos cuadros entre mudos y absortos. No sabíamos ni qué decir, ni qué pensar. Alguien dijo: “Ese es el autor”. Más miedo y más respeto. El más arrojado se dirigió al artista que se enfrentaba solo contra el mundo y le preguntó qué significaba un determinado cuadro. ¡Sí! Aquel, cuando en el fondo todos se asemejaban tanto… No recuerdo más. Luis lo debió comprender. Queríamos hablar aunque desde nuestra más supina ignorancia. Y él nos contó una serie de cosas, con paciencia y con esa humanidad que siempre me recordó y me recuerda a Carlos Saura, el cineasta.

No tuvo que pasar mucho tiempo para darme cuenta, a través de mis clases de Arte en la Facultad de Filosofía y Letras impartidas por don José Hernández Díaz, que Gordillo era ya un superhombre que volaba sobre los esquemas imperantes en una Sevilla estrecha que no se podía desviar de los cánones más clásicamente establecidos. Ese era el talante que mandaba en las exposiciones de otoño y en los premios que se organizaban en la ciudad. El que se salía de la imagen, no salía en la foto.

Aquel Gordillo de la Sala de Información y Turismo desafiaba ya los convencionalismos del momento y se enfrentaba consigo mismo, a sus dudas como artista… Al final optó por una dedicación plena y constante a la pintura. Por ahí se decantó y por ese camino llegó a la absoluta profesionalización.

Precisamente en esa Facultad y estudiando ese curso habría de conocer a José Manuel Rodríguez Gordillo, hermano del pintor y ahora comisario de la exposición “Cabezas”. José Manuel, fue también el ordenador de los archivos de la Fábrica de Tabacos de Sevilla. ¡Buen compañero de carrera!

En 1963, Luis ya empezó a trabajar en estas “Cabezas” con el deseo de no dejar influenciarse por nadie y de seguirse a sí mismo. “José Manuel tuvo la idea de montar esta muestra y a mí me pareció estupenda”, ha dicho el pintor, quien agregó que “entre los fondos reunidos en el Alcázar hay que destacar la primera obra del por-art  que se hizo en España, antes que Eduardo Arroyo y el Equipo Crónica.”

En las “Cabezas, el pintor expresó su obsesión por la psicología, el desarrollo de su persona y el conocimiento de los problemas y sus soluciones…”

La obra de Gordillo está muy relacionada con su autobiografía. Inició esta  serie de cuadros cuando empezó con el psicoanálisis. Por ejemplo: hay una cabeza que está hecha por delante pero no por detrás, como si la persona estuviera hueca y sin terminar… Algunas sonrisas afloran en algunos de sus cuadros, como si con ello quisiera huir del miedo que le pueda suponer lo que está pintando.
Gordillo, como todo artista inquieto, anduvo con los estudios de Derecho y con el deseo de volcarse con la música a través de otra gran afición que era tocar el piano. Pero le pudieron las enseñanzas recibidas de maestros como Santiago del Campo o Miguel Pérez Aguilera en la Escuela de Bellas Artes, en la que no duraría mucho.

La pintura actual de Gordillo es uno de los modelos recurrentes en los más jóvenes artistas y una aportación única dentro del mundo de la creación.

La muestra de Luis Gordillo se puede visitar en el salón apeadero del Alcázar hasta Enero de 2015.

Joaquín Arbide

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