viernes, 14 de noviembre de 2014

José Mª Cabeza, Premio Nacional.



El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha concedido el Premio Nacional a la “Trayectoria excepcional en el ámbito de la conservación del Patrimonio Cultural, personal e institucional” a José Mª Cabeza Méndez por su “aportación extraordinaria realizada en cuanto a proyección social y a desarrollo sostenible de los efectos de la conservación y de la restauración.”

El arquitecto técnico José Mª Cabeza posee una larga experiencia en el ámbito de la conservación del patrimonio cultural, que incluye la gestión pública y la docencia universitaria. Su trayectoria suma más de trescientas cincuenta obras desarrolladas durante sus más de cuarenta años dedicados a la conservación y restauración del patrimonio.

Su gestión y trabajo han estado ligados, principalmente, a la dirección de los Reales Alcázares de Sevilla, al que ha estado ligado durante dieciocho años, trabajo que en todo momento ha sido calificado como modélico y ha servido de inspiración para otros responsables en la actividad de la  conservación del patrimonio cultural.

José Mª Cabeza Méndez, es un sevillano por los cuatro costados. La última vez que nos sentamos a tomar algo, fue en el bar Victoria de la Plaza del Duque y aprovechó para explicarme que el día 25 de noviembre de 1961, cuando la “riá” del Tamarguillo, en aquel lugar donde estábamos sentados el agua llegó hasta yo no sé donde. Y que aquella tragedia, pese a serlo, ayudó a que en Sevilla se produjera un cambio necesario.

A partir de aquel momento, su padre, como responsable de todo lo que tuvo que ver con los refugios en la ciudad para los afectados, se convirtió en un personaje importante y, como consecuencia, un personaje discutido, amado, odiado o ignorado… Más, luego, un terremoto en el 68…

José Mª se crió como una persona normal. Estudió, cantó el Miserere de Eslava con Luis Izquierdo, intervino en grupos musicales, escuchó LVG… Y así llegaría a ser director-conservador del Alcázar, como un Romero Murube revivido. Cuando, por cierto, presenté mi libro dedicado a este escritor y poeta sevillano, José Mª se convirtió en un amigo y un colaborador entrañable. Nunca lo olvidaré.

Y ahora, orgulloso y sin soltar su amplio sentido del humor, como hacía Romero Murube, al borde de la jubilación, me dijo que iba a estudiar árabe…

–¿Arabe?
–Si. Para que mi mujer me diga: “arabé a esto, arabé a la compra…”

Genio y figura. Y ahora con un Premio Nacional. ¡Enhorabuena!

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