martes, 30 de septiembre de 2014

Adelaida García Morales y El Sur.



De joven, inquieta. Lo quería todo, vivirlo todo, experimentarlo todo. Profesora de secundaria de Lengua Española y Filosofía. Modelo y actriz. Trabajó en el grupo Esperpento, aquel que surgió de la escisión del que yo fundé y dirigí y que se llamó Tabanque, por donde anduvieron Amparo Rubiales, Miguel Rellán, Juan Carlos Sanchez y un largo etcétera. Esperpento se fue solidificando y contó con cantidad de artistas. Con la amistad de muchos de ellos me honro. Su andadura fue encomiable hasta que llegó la segunda escisión de la que habría de nacer Mediodía. Los eternos separatismos, ahora tan de moda, y lo que decía mi profesor de Historia en la Facultad de Filosofía, cuando muchos aún despertaban a la vida, Juan de Mata Carriazo, de quien no supe quién era y cómo escapó a la “quema franquista”, hasta pasado algún tiempo. ¡Un caballero! Vuelvo. No se cansaba de repetir en clase aquello de “la insolidaridad ibérica”…

Adelaida escribió trece novelas. El Sur sería la que cautivaría a Víctor Erice, el director que diez años antes había realizado una gran película: El espíritu de la colmena, para mí su obra culmen. Una valentía en 1973. ¿Recuerdan los diálogos de las niñas en susurro? ¿Frankenstein y las margaritas? ¿La secuencia de las niñas viendo pasar el tren? ¿La muerte del maqui? ¿Los silencios? ¿El sonido del reloj de pulsera? ¿Los ojos de Ana Torrent?

Y siempre con  el ex jugador de fútbol Elías Querejeta detrás, convertido en productor e inventor del verdadero nuevo cine español. Cuando Víctor hizo esta película, formaba pareja con Adelaida.
Lo primero de Erice fue la participación en una película producida también por Querejeta, Los Desafíos (1969), formada por tres “sketches”, de José Luis Egea, Erice y del también sevillano, de Alcalá de Guadaira, Claudio Guerín, que empezó en Radio Vida y pegó fuerte con la Casa de las Palomas, una historia escabrosa donde se enfrentaban una incipiente, pero estimulante Ornella Muti y una ya madura Lucía Bosé. Claudio moriría en un accidente durante el rodaje de su tercera película, La Campana del infierno (1973), al caer desde la torre de una iglesia desde la cual se estaban rodando unos planos. A fin de cuentas, lo mejor de Los Desafíos, fue el corto de Erice.

Diez años fueron muchos años. De El espíritu… a El Sur, había pasado mucho tiempo. Seguía siendo el Erice de siempre, pero algo le pesaba. ¿El ritmo de la acción? ¿La reiteración? ¿Un tempo excesivamente dilatado?

No lo sé. Pero lo importante, lo que nos ha movido a escribir estos renglones, es la pérdida en la vecina localidad de Dos Hermanas de la autora de aquella novela a la que dio vida en la pantalla Víctor Erice, el hombre que compartiría tantas horas de entendimiento con esta mujer que podíamos calificar como artista polifacética y de extrema sensibilidad.

Joaquín Arbide

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